Los colores del agua...
Por el aeropuerto se veía caminar a una chica, llevaba el cabello suelto formando los rizos que tanto odiaba pero que la hacían verse hermosa, mientras avanzaba entre la gente su mente iba repleta de ideas, no sabía como reaccionaría cuando por fin la viera después de esas semanas de distancia, sus pasos eran apresurados, moría por llegar pero al mismo tiempo sentía ese ligero temblor en las piernas que la hacían dudar de cada paso que daba.
De pronto se escuchó una voz que saco a la joven mujer de sus pensamientos.
-¡Isabel!- dijo- ¡Aquí estamos!
Isabel buscó el origen de la voz y entonces vio a Fernanda la hermana de Julia acompañada de Ana María su madre. Isabel caminó hacia ellas y las saludó, Ana María había llamado a Julia la noche anterior para pedirle que fuera con ellas a recibir a Julia y a Mauricio quienes volvían después de un mes de "luna de miel".
-Creo que el vuelo tiene un retraso- Dijo Ana María
-Sí, ya deberían estar aquí, bueno, espero que no tarden demasiado.- Respondió Fernanda.
-¿Y si nos sentamos?- Ofreció Isabel.
Las tres mujeres caminaron en dirección a la sala de espera, al llegar Isabel se sentó y de pronto su celular sonó "Alex llamando" decía la pantalla, Isabel respondió.
-Hola
-Hola hermosa, ¿Todo bien?- dijo la mujer del otro lado de la línea
-Pues creo que sí.- Respondió Isabel.
-Tranquila, lo peor que puede pasar es que la riegues frente a ella, su marido se dé cuenta y termine divorciada por tu culpa.
-Tu sentido del humor es tan oportuno- dijo Isabel tratando de contener la risa.
-Lo sé, soy increíblemente graciosa.
-¿Algún consejo?- Le preguntó Isabel
-No lo sé corazón, nunca he estado en esa situación, tal vez sólo debas resistir y ya. Si ves que la cosa se pone pesada pues dices que tienes algo que hacer y te vas, no te hagas daño tu sola ¿Ok? Además recuerda que tienes una cita para cenar conmigo esta noche y no puedes dejarme plantada con mi grandiosa cena de microondas.
-Eso no pasará, estaré ahí a las ocho en punto y lo sabes.
-Lo sé hermosa, bueno, sólo quería darte ánimos y que supieras que estoy aquí para ti, te quiero.
-Muchas gracias yo también te quiero, nos vemos en la noche.
Cuando Isabel cortó la llamada sintió la mirada de Ana María fija en ella, con ese brillo extraño que anunciaba estaba a punto de decirle algo sobre su falta de pareja.
-¿Quién es ese tal Alex y por qué vas a cenar con él eh?- Preguntó Ana María con curiosidad
-Un amigo, sólo un amigo- dijo Isabel
-¿Hace cuanto lo conoces? ¿Por qué no nos habías hablado de él?
-Pues lo conozco hace poco
-¿Por qué no lo invitaste a la boda de Julia? Habría sido bueno que fueras acompañada de alguien, tal vez así no te hubieras ido tan temprano de la boda de tu mejor amiga.
-Pero usted sabe que me sentía mal y por eso me retiré.
-No mientas Isa, todos sabemos que te fuiste porque no tenías pareja y se entiende que hayas estado incómoda en la boda de tu mejor amiga estando tú soltera.
- Ohhh ¿Tan obvia fui?- dijo Isabel
-Un poco, en fin, dime ¿Cuándo lo conociste entonces?
-Pues para serle sincera, lo conocí esa noche.
Al terminar de decir esa frase, Isabel recordó el día de la boda de Julia, lo hermosa que se veía con ese vestido blanco caminando por el pasillo de la iglesia y al mismo tiempo la ligera tristeza que veía en sus ojos cada que sus miradas se cruzaban durante la recepción. Isabel no quiso quedarse en la fiesta pues sentía que su presencia hacia infeliz a la mujer a la que ella amaba y lo último que ella deseaba era eso, así que, inventándose un dolor de cabeza insoportable se fue.
Isabel llegó a su departamento, en cuanto cruzó la puerta se arranco el vestido morado como si la tela le quemara la piel y lloró, lloró como nunca había llorado hasta que el maquillaje que le había costado tanto trabajo soportar se corrió por completo en su rostro.
Y así, en ropa interior y con el maquillaje corrido se tiró a seguir llorando en el sofá, esperando a que el dolor que le estrujaba el corazón se detuviera aunque fuera un poco. En ese momento recostada en el sofá Isabel recordó las noches que le había hecho el amor a Julia ahí mismo, las cenas juntas, los momentos que ese departamento las había visto compartir clandestinamente y entonces sintió que no podía respirar, que las paredes se le iban encima, el departamento de pronto se convirtió en una jaula, Julia no volvería a estar ahí con ella, no volvería a hacerle el amor nunca más. Isabel se levantó, corrió al baño, se lavó la cara, se puso unos jeans, tenis, blusa y sudadera y salió de ahí.
Comenzó a conducir sin dirección, no sabía a donde iba, sólo quería irse lejos de ahí, de sus recuerdos, del fantasma de Julia. Entonces, se detuvo frente a un café de ambiente al que Julia jamás había querido ir por temor a que alguien conocido las viera, ese era el lugar perfecto, ahí no había recuerdos de Julia y ella juntas, no había un pasado y además Isabel tenía hambre puesto que no había comido nada en casi dos días.
Entró, el café estaba casi vacío excepto por una chica que estaba ocupada leyendo un libro. Isabel se sentó y espero a que le llevaran el menú, después de un vistazo pidió enchiladas suizas y una taza de café e intentó comer pero no pudo.
De pronto la chica del libro se levantó de su mesa y caminó en dirección a Isabel.
-Hola, ¿Puedo sentarme contigo?
-¿Perdón?- respondió Isabel
-Que si puedo sentarme contigo tonta- repitió la chica.
-No lo creo, no soy una muy buena compañía ahora.
-Precisamente por eso. ¿Sabes que cuando una persona está deprimida dejarla sola es como orillarla al suicidio? Y bueno, yo no quisiera participar indirectamente en un asesinato.
-Eres graciosa
-Lo sé, la gente dice que soy irresitible. Bueno, no tanto así pero algo, entonces ¿Puedo sentarme o voy de una vez a comprar flores para tu tumba?
-Antes que nada ¿Cómo sabes que estoy deprimida?
-Querida, tienes todas las señales, tus ojos están llorosos, vienes despeinada, pides un cena que no has tocado en más de treinta minutos, definitivamente estás deprimida, es eso o estás enferma y en cualquier momento tendremos que salir corriendo al hospital.
Isabel comenzó a reir y aceptó que la chica extraña se sentara a su lado.
-Y ¿Cómo te llamas?- le preguntó a la chica- El mundo necesita introducciones.
-Alejandra, pero dime Alex.
De pronto la voz de Fernanda saco a Isabel de sus recuerdos:
-¡Ya llegaron!


1 comentarios:
A las 1 de noviembre de 2012 a las 9:47 ,
Nothingman ha dicho...
jajajajajajaja MAURICIO!!!!! ya perdón :|
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio