Capaz o incapaz...
Hace unas semanas me retaste en ese juego enfermo que llegamos a tener, el capaz o incapaz ¿recuerdas? Bueno, estoy aquí para cumplirte, es lo menos que puedo hacer.
Hablar de ti no es algo que haga muy a menudo, realmente no tengo muchas personas con las cuales pueda hacerlo y es que, no muchos entienden la relación que teníamos tú y yo. Casi nadie comprende las relaciones a distancia ni como pueden llegar a ser significativas por otros aspectos que no sean sólo físicos. En una sociedad tan retorcida encontrar algo que es puro y diferente no está del todo bien visto, eso lo sabemos de sobra.
Días atrás he ordenando algunos de mis libros, unos que no metí en la caja que mi mamá me dio para llevárselos a la nueva casa porque no cabían; me llevé una sorpresa cuando observé que la mayoría de los libros que permanecen ahí son regalos tuyos. Esa minibiblioteca mía está compuesta por libros hermosos que tienen impregnado ese toque tan tuyo, tan surrealista, tan soñador, tan utópico.
Podría ponerme a hablarte de cómo no terminé de leer "La historia del rey transparente" y por eso (al menos en mi imaginación) alguien sigue atorado en una trampa colgado de un árbol, de cómo amé mil millones a Gatsby y por eso no he querido ver la película, de que nunca creí decir que quiero leer la segunda parte de Harry Potter porque tenías razón: los libros son mucho mejores, aunque J.K. Rowling no sea mi hit. También puedo decir que leer a Cortázar es un algo que las mentes débiles como la mía aún no logramos manejar y que, siendo esta la tercera vez que lo intento, espero por fin poder terminar de leer Rayuela. Ay, tonta de mí, olvidaba decirte que Alicia regresó a recordarme muchas cosas que había olvidado de cuando iba en la primaria y la leí por primera vez y que, si lo que esperabas era menguar mis instintos rebeldes y de libertad mental, regalarme a Jane Eyre fue un grave y terrible error.
Y Kundera ¡pff! Ese libro significó mucho, no sé si fue porque nuestra historia era similar, porque tenía a una Sabina entre nosotras y yo siempre creí que sería como Tomás y al final entendería las cosas, aunque no fue así.
No es que antes de ti no hubiera leído otras cosas, pero puedo marcar que en el tiempo que estuvimos juntas encontré en ti una compañera con la cual compartir ese gusto tan mío, alguien que me escuchó llorar al final de un libro porque la princesa muere y no se burló, al contrario, me abrazó bonito y me dijo que me entendía.
El cine Ana... Tú me hiciste apreciar aún más el cine, tú me hiciste ver más allá de si la historia me gustaba o no, me hiciste ser más crítica, quejarme de los planos, las tomas, decir si me gustaba la banda sonora o no, o la fotografía, ver secuencias.
Insisto, antes de ti me gustaba leer, el cine de arte, las cosas que a nadie le importan; pero contigo todos esos gustos se pulieron porque tú sabías cosas que yo no, tú impulsaste mi grandeza.
Y hablando de impulsos, recuerdo muy bien cómo comenzaste a empujar esas ideas locas de mi cabeza para que por primera vez en mi vida hiciera algo más fuerte que sólo quejarme, las llamadas en las que me decías "estás haciendo lo correcto y lo sabes, no dejes que te tiren", por esas palabras aguanté todas las cosas que me hicieron y dijeron en la escuela fea esa en la que estaba.
Tú la activista, la quejosa, la que se iba a meter en marchas, tú te sentiste orgullosa de mí y aunque esas acciones revoltosas trajeron serias consecuencias, las he asimilado y me he dado cuenta que efectivamente, tenías razón, yo estaba haciendo lo correcto.
Como todas las personas que han pasado por mi vida, dejaste tu huella, tomé de ti todas aquellas cosas que me gustaban y las acoplé a mí y también gracias a ti entendí los errores y defectos que tenía; esos quise dejarlos atrás.
Gracias a ti y al mundo LGBT que me mostraste supe que estaba bien, me sentí orgullosa de ser quien era, supe que tenía muchísimas opciones; me hiciste ver en el D.F. la utopía. ¿Por qué? No lo sé, tal vez porque en se momento mi Puebla querida no me ofrecía lo mismo, libertad de ser quien yo quería. Rina, Jaime y Félipe junto con la pequeña Ale, Lolkin y Judith, Claudia y Mariana... Y fue cuando otra vez fuiste empuje, cuando hablé con mi madre y tomé las riendas de lo que quería, cuando por primera vez escuché el "¿Qué te da valor para hablarme así?", sinceramente estaba muriendo de miedo pero segura de lo que deseaba, dejar de esconderme, ser libre de estar con quien yo quisiera, de disfrutarme como persona. Y fui grande y valiente.
Sé que no te amé como lo merecías, que te amé en la medida en que podía amarte en ese momento; yo estaba dividida entre la Iana que había sido y la Fanny que podía ser, tú me encontraste en ese punto intermedio, uno en el que me avergonzaba de cosas que había hecho pero no estaba decidida a dejarlas atrás. Aunque quise cambiar no podía, más bien dicho, no estaba decidida del todo.
Cuando te conocí te lo dije, te advertí que todos te dirían que no era alguien que valiera la pena, y así fue, el círculo en el que nos conocimos no tenía una muy impresión de mí, con el tiempo tú supiste la verdad. ¿Recuerdas cómo te mandaban mensajes para que me dejaras, para advertirte de mí? Sí, esos mensajes me dolieron, en especial por las personas de las que venían.
Y aunque traté de ser una mejor persona, no lo conseguí. Sabía que te adoraba pero no quería dejar ir a mi pasado no quise soltarla a ella. Ahora que lo pienso me pregunto ¿cómo demonios aguantaste? Pero sé que lo hacías porque me amabas, porque sabías que mi lealtad era tuya mas no mi cuerpo.
Al final ganaron mis bajos instintos, mi deseo de querer más, de buscar otra cosa y también, entendí que no podía seguir haciéndote daño, que eras la única persona de mi historia que hasta el momento había mostrado verdadero amor incondicional por mí y cómo lo único bueno que yo podía hacer por ti, te dejé.
No voy a decirte todo lo que se dicen las personas cuando se despiden, sólo quiero que estés bien, que sigas luchando por tus ideales tal y como me enseñaste a hacerlo a mí, que todos los días te despiertes con la idea de cambiar el mundo de a poquitos. Te admiro muchísimo y te respeto, sí Ana, sabes que muy pocos pueden jactarse de tener mi admiración y de ser personas respetables a mi ojos. Eres una mujer inteligente, culta, capaz, fuerte y sobre todo buena.
Sé que de mí aprendiste mucho, que ahora sabes decir "no", que sabes que la mejor manera de mandar a la chingada es con un "gracias" y una enorme sonrisa y que, aunque la vida te trate de la fregada siempre siempre debes seguir adelante.
Me disculparía por todas mis fallas y los malos momentos que te hice pasar, pero creo que es innecesario y es que, si lo hiciera, sería disculparme por haberte hecho crecer y no, estoy orgullosa de haber sido parte de eso.
Cuídate mucho, se la mujer feliz que recuerdo y espero que un día si volvemos a encontrarnos sea para tomarnos una buena taza de café y conversar como las amigas que fuimos, mi mejor amiga durante 9 meses.


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