¿Por qué me enamoré?
Me he hecho esa pregunta todas las noches desde que la conozco, desde que mi piel y la suya se encontraron por primera vez, desde que su lengua y la mía jugaron a conocerse muy despacio...
¿Qué hay en ella que me vuelve loca? Tal vez es la perfección de su cuerpo, los lunares que tiene y a los cuales con gusto les haría mil poemas, la belleza de su mirada o tal vez su alocado cabello que a veces pareciera tener vida propia.
En la cama, ¡Dios!, no hay palabras que describan las repetidas veces en que sus manos me han hecho tocar el cielo, sentir mi cuerpo perderse en el éxtasis total, quedarme tendida ahi, sin conciencia, sin fuerza, sólo con la sensación de plenitud más increible del mundo. Ambas sabemos lo que necesita la otra, cómo lo quiere, cómo debe recibirlo; ambas conocemos nuestros cuerpos al grado de memorizar los puntos a tocar como si fueran las notas de una canción perfecta, la canción que tocamos cada que podemos, cada que el alma nos lo pide... Con ella aprendí lo que significa el deseo, del tipo que te consume, que te hace hervir la sangre; aprendí de la pasión, de los excesos, de lo sublime que es conocer cada centímetro de su piel.
Podría parecer que mi interés en ella es sólo sexual, pero no es así... Va más allá de sus manos jugando entre mis piernas.
La he visto frágil, fuerte, derrumbada, orgullosa, sencilla, engreida, vestida de blanco, cubierta de oscuridad; sí, la he visto de todas esa formas y en todas ellas la he amado con locura y desespero, la amé en la soledad, en la compañía, la amo en la distancía que ella misma nos interpone, en la inmadurez que demuestra cuando se ha quedado sin defenzas.
La amo como nunca había amado a alguien, como creo que jamás amaré, como el corazón me permite amar a un ser lleno de defectos pero que ha hecho brotar en mi las maravillas que tenía guardadas.
A ella le he entregado no sólo mi cuerpo, le he dado mis poemas, mis sueños, mis libros (los que nunca se prestan); mi mundo está vertido en ella y su mirada, esa mirada llena de enigmas que por momentos llegan a hacerme sentir pérdida y hundida en la misera.
En ocasiones deseo tanto alejarme de ella, deseo dejarla y alejarme de su caos, de las esquinas oscuras que guarda en su mente, deseo mirarla como si fuese cualquier otro ser, uno que yo pueda ignorar... pero no puedo. Su caos es mío, las esquinas oscuras de su mente son lugares que deseo descubrir, ella no es cualquier otro ser, es la mujer a la que amo.
A su lado he visto las estrellas, me he encontrado insignificante en un universo infinito, y aún así, me he sentido la mujer más plena. ¿Ella sabe lo que siento? No lo sé, espero que no lo haga, se aprovecharía del amor que le tengo.
Y sí, amo su cuerpo, amo su alma, la amo a ella.
Su lunar, mi lugar favorito...
Etiquetas: Habitaciones en Roma, Mariposas






