Sentirla, amarla, vivirla...
Su aliento es como miel aromatizada con clavo de olor;
Su boca,
deliciosa como un mango maduro.
Besar su piel es como probar el loto.
La cavidad de su ombligo oculta acopio de especias.
Qué placeres yacen después, la lengua lo sabe,
pero no puede decirlo.
Srngarakarika, Kumaradadatta (siglo XII)
Hoy sólo quiero embriagarme de recuerdos, de los momentos más hermosos que pase a su lado, de su entrega...
Puedo decir que estar con ella fue increíble, puedo decir que tener su compañía fue magnifico. Tomarla entre mis brazos era tocar el cielo, hacerle el amor era un momento de entrega total, en el que mi cuerpo y el suyo se unían de manera tal, que no quedaban espacios vacíos.
Mirarla recostada junto a mi, con las mejillas rojas y sus labios deseosos de ser besados, era la sensación más placentera de todas, en ese instante, el mundo se reducía sólo a ella, sólo a mi...
Cada parte de su cuerpo era un misterio para mi, a pesar, de que es igual al mio; cada rincón de su ser era una nueva experiencia, un nuevo reto. Descubrí poco a poco lo sitios que la hacían temblar, los besos que la hacían suspirar, las caricias que lograban en ella sensaciones que no conocía... pero que le agradaban.
Sus ojos, sus hermosos ojos que me miraban y lentamente se cerraban cuando las sensaciones se hacían más y más fuertes, su boca, que lanzaba gemidos y repartía suspiros cada vez que mis manos se encontraban enloquecidas sobre su piel, su cuello que con mis besos producía en ella un escalofrío que iba más allá de su control y su espalda... ¡ahh! ¡Como extraño su espalda! Seguir la fina linea que la divide con mis labios se volvió mi vicio más grande, llenarla de caricias, de besos era para mi la droga perfecta.
Cuando se recostaba desnuda sobre mi y su piel rozaba la mía, todos mis pensamientos se esfumaban y sólo podía verla, sentirla, amarla...
Sus piernas eran un vicio, morderla, ir provocandola poco a poco para abrirme las puertas del paraíso, era mi juego predilecto, era su trampa favorita y cuando por fin su resistencia caía, mis ansias se desencadenaban en movimientos lentos, en los que sólo dejaba que mi instinto me guíara, en los que sólo me dedicaba a vivirla. Y cuando alanzaba la cima y caía rendida sobre la cama, el recostarme junto a ella y sentir sus brazos alrededor de mi era la mejor forma de terminar aquel momento, aunque a veces, sólo era un descanso, después, volveríamos a empezar...
Sentirla, amarla, vivirla... eso hice, eso haré.
Puedo decir que estar con ella fue increíble, puedo decir que tener su compañía fue magnifico. Tomarla entre mis brazos era tocar el cielo, hacerle el amor era un momento de entrega total, en el que mi cuerpo y el suyo se unían de manera tal, que no quedaban espacios vacíos.
Mirarla recostada junto a mi, con las mejillas rojas y sus labios deseosos de ser besados, era la sensación más placentera de todas, en ese instante, el mundo se reducía sólo a ella, sólo a mi...
Cada parte de su cuerpo era un misterio para mi, a pesar, de que es igual al mio; cada rincón de su ser era una nueva experiencia, un nuevo reto. Descubrí poco a poco lo sitios que la hacían temblar, los besos que la hacían suspirar, las caricias que lograban en ella sensaciones que no conocía... pero que le agradaban.
Sus ojos, sus hermosos ojos que me miraban y lentamente se cerraban cuando las sensaciones se hacían más y más fuertes, su boca, que lanzaba gemidos y repartía suspiros cada vez que mis manos se encontraban enloquecidas sobre su piel, su cuello que con mis besos producía en ella un escalofrío que iba más allá de su control y su espalda... ¡ahh! ¡Como extraño su espalda! Seguir la fina linea que la divide con mis labios se volvió mi vicio más grande, llenarla de caricias, de besos era para mi la droga perfecta.
Cuando se recostaba desnuda sobre mi y su piel rozaba la mía, todos mis pensamientos se esfumaban y sólo podía verla, sentirla, amarla...
Sus piernas eran un vicio, morderla, ir provocandola poco a poco para abrirme las puertas del paraíso, era mi juego predilecto, era su trampa favorita y cuando por fin su resistencia caía, mis ansias se desencadenaban en movimientos lentos, en los que sólo dejaba que mi instinto me guíara, en los que sólo me dedicaba a vivirla. Y cuando alanzaba la cima y caía rendida sobre la cama, el recostarme junto a ella y sentir sus brazos alrededor de mi era la mejor forma de terminar aquel momento, aunque a veces, sólo era un descanso, después, volveríamos a empezar...
Sentirla, amarla, vivirla... eso hice, eso haré.


5 comentarios:
A las 18 de marzo de 2011 a las 23:38 ,
Anónimo ha dicho...
Ja! Me gustó tu invitación al comentario. Es cierto, amar un cuerpo como el mío ha sido la más bella experiencia. Un abrazo femenino Lana.
Vero
A las 19 de marzo de 2011 a las 11:31 ,
tonymoca ha dicho...
Se nota la entrega por completo en este texto, es hermosamente erótico, tiene ese toque de pasión así como esa ternura que relaja, que en definitiva te hace soñar, me ha gustado mucho la sensación que provoca leerlo, se nota el instante, se siente el momento, y son de esos momentos que duran minutos pero que en la mente permanecen eternos.
Genial Iana, y el poema introductorio le quedo de maravilla.
Abrazo!
A las 19 de marzo de 2011 a las 17:18 ,
maldito desgraciado ha dicho...
¿Éste era el post que decías en Twitter?
Está chido de todos modos jeje. Una vez una chava se quedó dormida sobre mi brazo y PTM!! se siente bien pinchi.
Saludos Lana ajajaja =P
A las 10 de abril de 2011 a las 13:30 ,
olehc ha dicho...
Ok amore!!
Tengo muchos recuerdos gratos. La conocí como amiga y empaticé de inmediato con su alegría de vivir y su don de gentes. Luego tuve oportunidad de seguir parte de su vida y ahora puedo decir que formo parte de esa vida....
TE AMOOO!!!!
A las 25 de septiembre de 2011 a las 23:56 ,
Anónimo ha dicho...
Muuy bonito, era inevitable seguir leyendo :)
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